9 abr 2008

Siento, luego existo...(y la cabeza, otra vez, como siempre, no quiere volver)

Cuando uno empieza a cursar en la facultad alguna materia liviana (entiéndase por liviana dos horitas, como mucho tres de parla totalmente elocuente en la cual la mente humana recorre millas y millas de pensamientos útiles y no tanto), se da cuenta que lo tratan como pelotudo.
El profesor llega una hora tarde, aduce el famoso: “un seis es un seis” (es obvio que si: no va a ser una letra hombre!) que traducido para los entendidos es: “aunque me hagan el mejor pete de la historia no promocionan un carajo si sacan 6” y uno se tiene que quedar violín en bolsa, cruzando los dedos, las nalgas y tocando toda la madera de la selva amazónica para evitar dicha catástrofe.
Los infaltables son los famosos boludos de conferencia. Esos que siempre tienen una pregunta netamente rompedora de huevos 30 segundos antes de finalizar la clase. El famoso eructo cerebral como para decir: “tomá, hoy leí la tapa de Página 12” y hacer pensar al pobre profesor que debe tener este y 48 laburos más.
Si señores, el ciclo lectivo ha vuelto para tomar más prisioneros que nunca.

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